El Fin de la Inocencia

Una simple bombita de luz quemada inició todo.

Cuando era chico, mi mamá guardaba (y creo que todavía lo hace) diversos artefactos que, a su criterio, eran el resultado de la intervención divina en su vida. Había velas derretidas con la forma de alas de ángel, estampitas de algún santo que había “actuado” en el momento justo y un par de bombitas de luz quemadas a las cuales se le habían grabado en su transparente superficie la letra “M”, una m de una caligrafía bastante rebuscada y con fuertes connotaciones y estilo cristianas. Ella decía que era la M de María y que era una señal de que la virgen estaba con ella (o con nosotros) en justo el momento que más lo necesitaba.

Mi mente, lamentablemente forjada dentro de los parámetros de la ciencia, siempre fue muy reticente a creer que eso era intervención divina y lo atribuía a la disposición bastante especial (y bastante parecida a una M) del filamento de tungsteno de la lamparita. Si por alguna razón la lamparita recibía una fuerte descarga de corriente o tensión, el filamento no lo soportaba y explotaba y cortaba, haciendo reacción con el gas dentro de la bombita y dejando una marca de M deformada impresa sobre la cavidad cóncava de la misma. Y dentro de la cavidad (semivacía!!) de mi cráneo, el principio de Occam resonaba fuertemente.

Esa fue una de las primeras situaciones en mi vida donde iban a colisionar violentamente la ciencia y la fe.

Ayer, después de casi aproximadamente 30 años de esas bombitas místicas y en una cabaña en medio de un bosque, la cosa esta vez me sucedió a mi. Esta vez, la M era menos perceptible que en las lamparitas de mi mamá, pero se veía bien.

La llegada de esta nueva bombita mística a mi vida no podía ser en mejor momento. Semi aislado del mundo civilizado, en busca de una paz interior perdida y muy atento al silencio del lugar y a todo lo que tiene para decir, se juntaron muchas cosas:

  • Una renovada y alimentada visión sobre el origen, evolución y destino de la raza humana,
  • Un acomodamiento en “algún-casillero-por-favor” del conflicto cuasi eterno de una fe puesta a prueba más de una vez,
  • El aquietamiento de las turbulentas y poderosas aguas de mis emociones y
  • El descubrimiento casual de una onda de radio que funcionaría como nexo y canal de comunicación entre nosotros y…ay, bueno, digámosle dios si quieren. Igual volveré sobre este tema más adelante.

A ver, empecemos por algo: la Parafernalia de las religiones (estampitas e iconografía en general, velas, templos, costumbres dogmatizadas, etc.) o todo pero absolutamente todo lo que rodea al “mensaje” que quieren transmitir, debe desaparecer. Filtrar hasta que quede sólo el mensaje, las palabras, las letras, desprendidas de todo lo demás. “Ámense”, “amen al prójimo”, “entregarse”, “honrar y cuidar toda la creación” y un puñado más es realmente todo lo que necesitamos para vivir y evolucionar en armonía.
Seguramente los así llamados profetas que instituyeron e hicieron masivos estos mensajes tenían en sus cabezas sólo el mensaje y no todo lo que se le agregó después, totalmente superfluo, innecesario y hasta perjudicial y a veces en contraposición con el mensaje en sí. Sólo separando la fe en estas máximas de vida de la (misteriosa) necesidad de explicación al propósito de la vida y la razón de nuestra existencia es que las religiones van a poder subsistir en el tiempo. La Humanidad y su futuro en el cosmos, agradecida.


Utopía

Esa es la primera palabra que sale automática después de pensar en la aplicación real de la idea anterior. Casi 8.000 años de historia de religiones sumada al exponencial crecimiento poblacional, ha vuelto casi imposible una vida sin ellas. Pero justamente el problema radica ahí mismo, en su antigüedad.
La mayoría, sino todos, los grandes libros de donde salen las enseñanzas y mensajes de estas religiones son fuentes de información escritas en épocas muy remotas donde abundaban los simbolismos y los misterios y la magia. La Torah, el Corán, la Biblia y otros son libros viejísimos y que no han sido casi actualizados con el fluir de las épocas. Los feligreses de hoy siguen leyendo las mismas palabras e ideas que contienen estos mensajes, escritos por gente que no tenía los conocimientos del cosmos y la explicación a la realidad que tenemos hoy en día. Es como si uno hoy tomara un libro escrito por Ptolomeo y pensase (y para peor, se convenciese) que la Tierra es en realidad el centro del universo y envolviera y signara su vida alrededor de esta idea.
Bueno, personalmente creo que sólo un acontecimiento catastrófico global podría sentar las bases necesarias para poder reescribir la historia religiosa dentro de esta corriente de pensamiento. La película “The Book of Eli” muestra gráficamente y en bastante consonancia, esta idea.


Uniendo conceptos

El destripado de la parafernalia religiosa del Mensaje es la clave del significado de la fe: tengo fe en que el Mensaje es real, válido y aplicable y no tengo fe (o no creo) en las costumbres, dogmas, límites e instituciones religiosas. No veo ni estimo necesario de que para que la gente aplique y viva de acuerdo a lo que el Mensaje postula, las religiones deban usar a la Parafernalia. El mensaje es claro y poderoso por sí mismo; quien necesite de la Parafernalia para hacerlo parte de uno mismo realmente no tiene tanta fe en el mensaje como necesidad de algo que lo contenga dentro de su desesperación (o no tanto) en encontrarle un sentido a la vida.

He ahí donde entramos en el concepto de la visión del origen, destino y evolución de la Humanidad.
Años de irme despojando, principalmente en mi mente, de la Parafernalia y filtrando el Mensaje y la Pregunta que toda religión pone en nuestras vidas, me han llevado por caminos sinuosos, jodidos, solitarios y muy turbulentos de búsqueda interna de la Verdad.
La capacidad adquirida de desprenderse, de “dejar ir”, no sólo aplica a sentimientos, personas o bienes materiales, también aplica a ideas y paradigmas de vida. Al abandonar un paradigma que nos contuvo mucho tiempo y le dio significado a nuestra vida por otro, nos encontramos frente a un momento de zozobra y vacuidad por momentos desesperante. Ni que hablar si uno no tiene el reemplazo a mano…si uno abandona un paradigma que tiene por una “Gran Duda A Resolver”, la cosa se pone realmente seria.

El abandono es generalmente progresivo, uno no lo hace de un día para el otro; es más, uno vuelve desesperadamente cada tanto a abrazarlo, en especial en esos momentos donde el vacío del descubrimiento y la búsqueda se hace demasiado insoportable. Luego, porque uno ya tiene la llamita de la duda y las ansias de descubrimiento ardiendo dentro, nos volvemos a desprender del viejo paradigma debido a que su estructura ahora nos parece anticuada, dudosa y hasta primitiva e infantil, y así vamos, de un lado para el otro, pero lenta e irreversiblemente en dirección opuesta.
Las responsabilidades de la vida diaria, el trabajo, los hijos, los compromisos sociales, etc., nos quitan ganas, tiempo y espacio mental para afrontar semejante desafío; el abandonar un paradigma por otro nuevo o por otro a descubrir nos lleva mucho trabajo y tiempo (también depende de cuan arraigado hayamos tenido el anterior). Por lo tanto, la mayoría nos rendimos a medio camino y optamos por la resignada opción del “OK…lo-que-creía-ya-no-me-lo-creo-tanto-pero-voy-a-quedarme-acá-en-el-medio-entre-lo-viejo-y-lo-nuevo-porque-no-tengo-tiempo-ni-posibilidad-de-embarcarme-en-semejante-odisea”. Se termina optando por lo “malo conocido”.

Pero si uno sí se embarca, tiene la chance de dar vuelta su vida abandonando parte de lo que mamó de chico, despojándose del “ruido de fondo” inculcado consciente o inconscientemente por los padres y adoptando un paradigma propio.


La Onda Portadora (acá es donde patino fiero...)

Funciona en alguna frecuencia de radio que desconocemos. Baja información (órdenes, acciones y principalmente ideas) y sube información (resultados, errores, estado general de la persona). Es el nexo y canal de comunicación absoluto que tiene cada humano con… C o n.

En la muerte del individuo dueño de esa frecuencia, por ese mismo canal sube su esencia (forma de ser, experiencias de vida, recuerdos) hacia el Gran Repositorio (“monolito 1-4-9”*, Dios, etc.). A veces, la influencia de los muertos en los vivos puede funcionar como la esencia de ese muerto metiéndose en la onda portadora de los vivos, influenciándolos de alguna manera.
La clave del movimiento de la esencia de cada uno dentro de estas “frecuencias prestadas” está en la habilidad adquirida en esta vida o en otras (este modelo de realidad aceptaría la reencarnación como posibilidad). Se reencarna solo el que adquirió la habilidad de dominar y manejar esa frecuencia a su antojo. O lo hace el que recibe la “autorización” de ese ente ALGUIEN-ALGO, de acuerdo a criterios sólo conocidos por ellos.
*De “2001- Odisea del Espacio” Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick, ©1968

La esencia es algo bruto (algún tipo de energía) que adquiere sentido y “cuerpo” cuando es alimentada por las experiencias y vida del individuo al cual pertenece durante su estancia en la Tierra.



(continuará... ver Der Geist)

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