Crato

Al final llegó el día. El día en que definitivamente voy a poner en palabras en este blogcito mío el intento de respuesta más acabada que tengo sobre esta pregunta que me martilla el cerebro en forma exponencial desde hace décadas: existe Dios?

Empezaré por sacarle (o tratar de sacarle) a este concepto de Dios toda reminiscencia religiosa. Para ello, hablaré de Él como si fuera un individuo de una raza extraterrestre. Yeah. Pongámosle que es conocido por ahí como Crato, “El Ser” extraterrestre.

Crato es una forma de existencia muy especial, dotada de una inmensa capacidad para manipular a su antojo los átomos y elementos químicos que existen en el Universo y que, tal vez, quién sabe, Él mismo creó también. Crato no tiene un lugar de residencia estable o determinada, no está “ahí, a la vuelta de la segunda estrella contando desde Regulus”, pacíficamente tomando un líquido celeste con gusto a Molibdeno. Crato Es y Existe donde quiera estar y ser, tiene esa habilidad.

Crato estaba una vez muy aburrido con su capacidad de manipular la materia creando y haciendo explotar estrellas aquí y allí, viendo como los elementos más pesados e inestables se descomponían en elementos más livianos y estables, controlando que las cosas no se fueran de mambo con algunas reacciones jodidas, etc., cuando se repente le agarraron unas ganas locas de hacer algo más interesante todavía.
Para ello, produjo imágenes en su mente de organismos que se autosustentaran, que no requirieran de su constante intervención para que se desarrollaran. Sólo necesitaría construír un par de mecanismos autorreguladores (con sus correspondientes elementos constitutivos) para que estos organismos se manejaran solos. Era un flor de desafío incluso para él. Tenía que ponerse a pensar mucho. Y lo hizo.
Un instante después (es muy grosso el tipo, acordarse), habiendo elegido ya el sector del Universo que más condiciones parecía tener para la pacífica evolución de estos organismos, junto un cacho de rocas y materiales que había por ahí en ese sector galáctico, los hizo una bolita (le salió medio ovalada en realidad, pero no importó mucho) y pensó en ellos.

Pensó en lo interesante que sería generarlos desde sus partes constitutivas más elementales y microscópicas, y que de ahí fueran creciendo, agregándose, complejizándose. Por su aburrimiento, prefirió que este proceso no llevara un instante, como lo podría haber hecho si hubiera querido, sino que cada parte tuviera su propio tiempo, su único camino evolutivo.
Dentro de ese óvalo flotante que había esculpido, colocó estos elementos esenciales, los ató a esos principios e instrucciones necesarios para su desarrollo autónomo y se “sentó” a contemplar.

Fascinado estaba Él, no sin un dejo de satisfacción personal por lo bien que le salen las cosas que crea, contemplando el lentísimo (a su criterio….y al nuestro también) proceso por el cual esos primitivos elementos iban adquiriendo complejidad e interacción entre ellos, cuando cayó en la cuenta que esas cositas que ya reptaban y se alimentaban solas le estaban generando una sensación extraña dentro, un inusual movimiento de sus propias moléculas constitutivas que provocaba una atadura irremediable e inmensamente poderosa hacia esos seres que sólo le inspiraban cuidado, protección, interés. Extrañamente complacido se sentía.

Llegó el momento en el cual esas cositas que reptaban se transformaron en unos seres grandes, numerosos, fuertes y preparados para lo que Él consideró el próximo paso. Claro, estaba todo bien, todo funcionaba solito, y Él sólo miraba. Pero sabía que si no daba ese “próximo paso”, la cosa se podía volver muy aburrida ya, sin un objetivo claro o un fin útil. Las cosas sin un propósito no tienen sentido de ser. Así que lo hizo. Se metió por lo que juró ser la única y última vez en su autónoma creación y manipuló las moléculas de una parte de sus organismos de manera que estos seres comenzaron a tener conciencia de ellos mismos, de que “eran” algo y de que todo los que les rodeaba “estaba” ahí. Estos seres despertaron.

“Ahí está. Listo. No me meto más. Eso que acabo de hacer le otorgará interés, movimiento, cambio, evolución a mi creación. Ahora sí que todo se volverá inesperado, ya no será todo producto de las leyes y principios que le otorgué a la creación entera. Ahora este factor que le llamaré…mmm… “inteligencia” hará que todo se vuelva impredecible, que estos seres ya no esten atados únicamente a los principios físicos y básicos del Universo. Wow. Me gusta”, se dijo a sí mismo.

Orgulloso Él, se puso más cómodo donde estaba “sentado” mirando y comenzó a vislumbrar lo que Él mismo se daría cuenta después, sería el error más grande que se hubiera mandado en toda su Existencia.

Estos seres comenzaron a exterminarse entre ellos, sin razón natural aparente; tuvieron la capacidad de generarse conceptos e ideas nuevas que fueron estructurando sus existencias y que inevitablemente los fueron atando cada vez más a ellos mismos; se volvieron más duros, menos flexibles, menos naturales y más alejados del primer concepto que Crato tuvo de ellos.

Enojado, triste y desesperado, Crato decidió romper con sus propios deseos de autonomía sobre su creación y se presentó a estos seres en diferentes formatos y en diferentes ocasiones, a lo largo de los eones, para darles una nueva ola de instrucciones que pudieran regir ese regalo que les dio el día que les otorgó la conciencia y que se había vuelto tan inestable y que hacía peligrar constantemente todo el equilibrio. Un ajuste de último momento.

Por supuesto que estos seres, alucinados y movilizados por la presencia y apariciones de Crato, escribieron, grabaron y comunicaron esa ola de instrucciones junto con los momentos en los cuales Él se hizo presente. Pero lamentablemente, Crato se dio cuenta que su nueva intervención, desesperada e irresponsable, sólo generó más caos todavía, ya que toda esa información que estos seres grabaron y comunicaron, confundieron todo, estructuraron más todavía sus existencias, les dieron poder y dominación a unos pocos seres sobre otros y ahondaron los ya irreversibles daños que se venían produciendo.

Al final, Crato, muy decepcionado con su propia labor y con la dirección que estos seres le habían dado a su más grande regalo, decidió abandonar todo a su propia suerte y se movió hacia otros sectores del Universo, hacia nuevos desafíos y creaciones, sabiendo que de última, estos seres eran autónomos y no requerían de su presencia para existir….y que cada una de sus intervenciones no hacia más que complicar las cosas.

Crato se fue, y estos seres siguieron viviendo y evolucionando y complejizando todo cada vez más, pero no sin dejar de extrañar y clamar a gritos cada tanto la presencia de Crato, ese Ente que les otorgaba la más íntima y preciada calma en momentos difíciles, que les daba la respuesta a todas sus angustias y desesperanzas.

Pero Crato estaba lejos ya, en otras cosas y había perdido memoria de lo que había hecho con ellos.

Ese óvalo que ahora era azul, lleno de criaturas perdidas y sumidas en el propio caos que ellos generaron, flotaba en la negrura del espacio, una negrura silenciosa y eterna, que clamaba por la energía creadora y motivadora de Crato.


En conclusión: Dios es (o fue) una inteligencia superior a la nuestra, que nos creó, nos regaló las cosas más maravillosas que se nos puedan ocurrir, pero que se cansó, hartó, decepcionó de nuestro accionar y eterno afán de poder y malintención y después de dejar prueba de su existencia en incontables ocasiones, se fue lejos, inalcanzable ya, y nosotros nos quedamos acá, encerrados en este maravilloso planeta, deseando con toda nuestra fuerza que se acuerde de nosotros una vez más y vuelva, ya que de alguna manera, creemos haber aprendido la lección.

Eso sí….hay una pregunta que se desprende/salta/ataca automáticamente en toda esta línea de pensamiento….

Que hay más allá o más arriba o más superior que Crato?

Ja! Esta pregunta se vuelve todavía más peligrosa para la razón, más violenta para la sanidad mental, menos tranquilizadora. Pero bueno, todavía no llegué tan alto che. Paciencia.