Cambiar o no cambiar, esa es la cuestión

.
Como cambiar y evolucionar sin sacrificar nuestra más íntima esencia?

El cambio y la evolución son moneda corriente en la naturaleza, algo intrínseco a la biología y a la física que rigen prácticamente todo lo que conocemos. Sin cambio ni evolución, no hay movimiento y por ende, vida.

En términos biológicos, evolucionar significa adquirir herramientas y llevar a cabo mejoras a nuestros cuerpos que nos permitan adaptarnos a nuevos desafíos ambientales y sobrevivir, transmitiendo esas adaptaciones a nuestra descendencia y así perpetuarnos como especie.

Esos cambios se producen a nivel del ADN, molécula reina por antonomasia, expresados desde ahí hacia nuestro cuerpo y así son transmitidos por generaciones. Si llamáramos al ADN la “esencia” de nuestros cuerpos, podríamos decir que la misma sigue virtualmente sin fluctuaciones en cuanto a su estructura y esencia, sigue siendo una molécula espiraloide formada por concatenaciones de bases nitrogenadas y fosforadas, combinando aquí y allá a los aminoácidos adenina, guanina, citosina, timina y uracilo de vez en cuando (pobre y despreciado uracilo!).
La variaciones/cambios/mutaciones que permiten la evolución de la especie y su adaptación a nuevas reglas de juego, son reflejadas en esta molécula, el “manual de instrucciones” del cuerpo.
Por lo tanto, el cuerpo cambia, se adapta, mejora y se vuelve más sabio, sin cambiar en sí su estructura más básica.

Hasta ahí con la naturaleza….la bella, sabia y perfecta naturaleza.

Pero si queremos hablar de cambiar nosotros, de adaptarnos, mejorar, evolucionar, crecer, blablabla, nos encontramos con miles de obstáculos y totalmente perdidos en cuánto al “cómo hacerlo” se refiere. La naturaleza tiene esa “driving force” escondida que de alguna manera le dice hacia dónde ir (muchos hablan de que la naturaleza es ciega y sin propósito aparente, todo lo que acontece en nuestra biosfera y universo es el resultado de pura chance y caos sin sentido. Yo por mi parte creo -y veo- una dirección, un ir hacia algo más perfecto y complejo).
Nosotros, sin embargo, no tenemos ninguna flecha con la cual guiarnos, ningún camino trazado. Vamos por la vida sobreviviendo y viendo cómo y cuándo adaptarnos y crecer, locamente atentos a cuál de todas las “señales de cambio” prestar atención, filtrando lo que nada que ver y enfocando en lo que sí debemos trabajar.

Entre todo ese ruido de información y señales de cambio, estamos en permanente riesgo de cambiar nuestra esencia, nuestra personalidad, eso que habla de quiénes somos como seres humanos y que nos diferencia de otras personas.
Al tomar las señales de cambio que la vida nos presenta y decidir (y aceptar el peso que eso conlleva) ponernos a trabajar sobre esos aspectos de nuestra personalidad que necesitan una pulida, estamos corriendo el riesgo de pulir demasiado y terminar alterando nuestra esencia y transformarnos en otra cosa, en algo que hasta nosotros mismos desconocemos. En otras palabras, no sabemos hasta dónde tenemos que pulir. Nuestro "ADN personal" puede terminar transformándose en un ARN, o en un ATP, en un IVA o en una uva podrida, que se yó.

En fin, como siempre, tenemos que emular a la naturaleza y cambiar, adaptarnos, adquirir nuevas herramientas y sabiduría, sin alterar nuestra esencia más básica, eso que hace que seamos quienes somos. Abrirnos a nuevas experiencias, poner en práctica consejos de gente que ya ha hecho ese cambio y tenga la experiencia para compartírnosla, reconocer que no lo sabemos todo y que nada de lo que ya sabemos es estanco y no requiere de revisión periódica, perder los miedos y enfrentar todo “a lo macho” sabiendo que, por default, el cambio es positivo y nos lleva hacia un nivel más alto de vida.


.
.