Dinámico

Millones de células llevando oxígeno en forma de "hierro oxidado" a cada rincón del cuerpo…agolpándose suavemente en cada angostamiento de arterias, arteriolas y capilares.

Millones de intercambios moleculares y eléctricos sucediéndose a cada milisegundo, siempre con una dirección y propósitos precisos, diseñados, prácticos. Células viejas muriendo, nuevas naciendo, dividiéndose, mutando. Comunicaciones ininteligibles entre neuronas produciéndose incansablemente, consumiendo recursos aportados por esa sangre de flujo laminar constante.

Calor y energía producidos como desecho de procesos productivos internos están siendo compartidos con la biosfera y aumentando, aunque sea en forma particular e insignificante, la entropía del cosmos.

Procesos similares ocurren en plantas, animales, lagos, mares y cielos. Sin parar.

Nada, pero nada en el Universo es estático. El movimiento y el cambio lo es todo. Dentro y fuera de mí. Todo el tiempo. Increíble.

Similitudes

Es ya común en mí hablar de “mirar todo el cuadro” o “look at the big picture” cuando hay que analizar una situación cualquiera. Me pongo casi automáticamente en foco para mirar todo así: desde afuera, mirando el todo y no limitado a la circunscripta zona del problema. Para mí, es la única manera de poder alcanzar el máximo nivel de objetividad posible.

Una de las situaciones más fáciles y al alcance de la mano para lograr esa visión tan abarcativa ocurre cuando volamos en avión. Desde esa altura (entre 9.000 y 13.000 metros) algunas cosas adquieren una relevancia especial y otras cosas la pierden. Sea de día, de noche, con cielo claro o nublado, nuestro planeta se ve muy distinto. Nuestras vivencias, sufrimientos y alegrías se vuelven muy muy pequeñas e insignificantes, pero no así nuestro impacto en la Tierra.

Es así como logramos apreciar la perfección y diseño de nuestras ciudades y pueblos, fábricas y canales, diques y cultivos. Formas geométricas y líneas rectas, que sólo pueden estar ahí porque nosotros las creamos, cubren toda la superficie. Todas estas cosas forman, cuando se las ve juntas desde arriba, unas formas y disposiciones muy particulares, hechas casi a propósito.

Las calles, disposición de edificios (públicos y privados) y accesos se ubican, con algunas excepciones, en los mismos lugares una y otra vez. Todo el procesamiento se lleva a cabo en el centro de dichas ciudades/pueblos. La gente tiende a ir hacia el centro para desarrollar sus actividades diarias; es en el centro donde ocurren las transacciones más importantes y es ahí desde donde parten las decisiones tomadas que afectan el funcionamiento de lo que hay en la periferia.

De la misma manera funcionan las células, los circuitos integrados y hasta las galaxias, estrellas y planetas. En el centro, fuertemente protegido, está el “cerebro” que maneja esa entidad (llámese ciudad, célula, estrella o circuito). Incluso, cada “unidad operativa” de dichas entidades, cumple funciones similares y está ubicada en lugares predeterminados. A saber:



Pero lo más llamativo de todo, es que visualmente esas entidades son parecidas (hacer click para ver la foto mais grande y con mais detalle):



En el libro “El Universo Inteligente”, James Gardner propone la l.o.c.a idea de que el Universo entero es el resultado de un proceso computacional gigantesco, llevado a cabo (of course) por alguna inteligencia antigua y avanzadísima que la diseñó en su momento, siendo nosotros mismos parte de ese resultado informático y los que en el futuro crearemos también nuestros propios universos.

Viendo la similitud de diseño y funcionamiento que hay entre ciudades, neuronas, circuitos y galaxias, la idea no suena tan descabellada después de todo…

Pequeño mundo

La Tierra y el Universo que la contiene son lugares gigantescos.

Desde la perspectiva de nuestra pequeñez (con sólo subir 10 pisos y mirar para abajo nos damos cuenta de lo chiquitos e insignificantes que somos), estos lugares se transforman en espacios bestiales donde nuestro impacto y ocupación espacial son ínfimos.

Es esta subjetiva pequeñez la que nos hace salir a aventurarnos en la conquista y conocimientos de lugares desconocidos, vírgenes y escondidos. A pequeña y cotidiana escala, por ejemplo, es lo que nos motiva a tomarnos vacaciones y partir hacia lugares exóticos, lejos de nuestro mundo diario y descubrir nuevos lugares, gente y sensaciones. A gran escala es lo que nos motiva a mandar sondas espaciales hacia mundos cercanos y no tanto, a apuntar nuestros telescopios y aplastarnos la mente con las siderales distancias y los caóticos y a la vez magníficos espectáculos de la naturaleza.

Pero hay algo que me llama sumamente la atención y que me he dado cuenta en estas últimas semanas, más que nada por estar en contacto con gente anciana.

Ese mundo/universo, gigante, inabarcable y lleno de espacios y ambientes diferentes conocidos o por conocer, se convierte, cuando estamos viejitos y nuestra movilidad (y espíritu aventurero) se vuelven rígidos y limitados, en un mundo formado por un par de cuadras, una manzana o un par de edificios a lo sumo.

Tenemos nuestra habitación, nuestro sillón preferido, nuestro programa de televisión, nuestra misa de las 11am, nuestro bar de la esquina con el cortadito diario, nuestro puñado de familiares que nos visita, nuestro vecino con el que hablamos de lo mismo cada día. Es con ese pequeño pero preciado paquete de lugares y gente conocidas que transitamos nuestros últimos días en la Tierra.

El cuerpo se empequeñece, los movimientos se limitan y el mundo, antes inabarcable y lleno de promesas e invitaciones a aventurarse en lo desconocido, sigue el mismo proceso.
Los últimos días de un ser humano son la sumatoria de los acontecimientos e intereses que suceden en ese pequeño radio de acción autoimpuesto.

Como que toda nuestra realidad se va contrayendo de a poco….para luego, al morir, explotar y diseminar nuestra esencia en el cosmos (wow). Mismo modus operandi de una estrella a punto de entrar en supernova.

Somos “polvo de estrellas” decía mi querido Carl Sagan…como estrellas nacemos…y como estrellas morimos.

Argentina

Argentina, Brasil, Chile y Uruguay comparten, entre otras cosas, fronteras, clima y riquezas del suelo. Algunos de éstos países fueron más agraciados que otros en cuanto a flora, fauna y topografía refiere, pero igualmente podemos decir que los cuatro compartimos un continente con suerte.

Argentina, Brasil, Chile y Uruguay tienen gobiernos democráticos, soberanos y libres.

Argentina, Brasil, Chile y Uruguay tienen fútbol y gente fanática que lo sigue. Equipos importantes y no tanto, jugadores en el exterior y una industria futbolera que mueve millones.

Brasil está a un paso de entrar en el G8 o el grupo de naciones más desarrolladas del planeta. Su economía e industria están fortalecidas, sus recientes descubrimientos de petróleo lo pueden convertir en una potencia petrolera y el presidente Lula, en su segunda presidencia, tiene más del 80% de imagen positiva.

Chile conserva una estabilidad y confianza inversora que hasta Suiza envidiaría. Su presidenta Bachelet mantiene también una imagen positiva altísima entre sus gobernados, levantada heroicamente desde un comienzo con tropezones y algunas manifestaciones de malestar social.

Uruguay acaba de terminar exitosamente con un ambicioso plan de dos años para entregar una laptop a cada chico en edad escolar. Su economía, a pesar de ser pequeña y dependiente, mantiene una estabilidad que permite que empresas y el mundo en general confíen en el país para invertir a largo plazo.

Los tres países repuntan y levantan cabeza en medio de una crisis económica mundial y astutamente miran y focalizan sus proas hacia lugares/nichos estables y con futuro. Sus pueblos descansan confiados en que sus líderes saben lo que están haciendo y que lo demuestran con hechos. Por supuesto que los niveles de pobreza son altos en todos los países de la región y difíciles de combatir, pero dicha pobreza no opaca los éxitos que se obtienen a largo plazo y que son generalizados para todo el país en cuestión. Es una pobreza tranquila, que espera y respeta.
Estos países apuntan a la eliminación de la pobreza no en forma inmediata, sino progresiva e indirectamente a través de la aplicación de políticas económicas y sociales inteligentes, progresistas y prácticas, dejando de lado el populismo y la demagogia electoralista. Respetan y hacen respetar las leyes no a través de la fuerza y la imposición, sino a través del respeto y la humildad.

Mientras tanto, la Argentina está tristemente sumergida en una cuasi-anarquía inconducente, más interesada en invertir millones para ver fútbol gratis por televisión, apurar convenientemente la sanción de leyes poco prioritarias para los problemas que enfrenta hoy la sociedad, la región y el mundo y concentrada en generar rivalidad entre los distintos sectores productivos, sociales y políticos para la obtención de beneficios sectorizados e individuales. La dirigencia política está atomizada en partiditos con posturas ideológicas de dudosa solvencia y estructura, creando así un frente político volátil y advenedizo que se acomoda a los vientos sociales que soplen en el momento y que no hacen más que generar una sensación de país frágil y muy poco confiable.

La población, triste y agudamente dividida en estúpidas luchas internas basadas en rencores, resentimientos, xenofobia y envidia, no tiene modelo en el cuál fijarse, no tiene líder ni política en la cual ampararse y confiar; cada uno cuida su quinta y saca a los tiros a quien ose invadirla o posarse sobre ella. El piqueterismo, el sindicalismo aburguesado, la especulación, el manoseo de las leyes, el patriotismo futbolero y la histeria colectiva parecerían definir hoy a la realidad argentina, donde cada uno de nosotros, por acción o inacción, somos culpables.

Hasta hace unos pocos años, nuestro país era manejado indirectamente por intereses extranjeros y políticas impuestas por organismos financieros internacionales, lo cual sumergió a la Argentina en una profunda crisis económica y social. Ahora, exitosamente “desprendidos” de dicha influencia y virtualmente libres para manejarnos solitos, nos damos cuenta que somos como bebés con navajas, que tampoco podemos manejarnos a nosotros mismos ya que la sociedad entera, políticos y población en general, adolescemos de una profunda inmadurez, llena de histeria, pataleo y lloriqueo que nos vuelve a sumergir en otra crisis, esta vez autóctona y criolla.

Brasil, Chile y Uruguay nos van dejando paulatinamente atrás, impulsados por un real sentimiento patriótico y federal. La Argentina queda relegada y mirada cada vez más con tristeza y hasta asco por la comunidad internacional.

Sola. Avergonzante. Desperdiciada. Pero eso sí, con fútbol gratis en la tele para "lo muchacho".

Solo

(Fandermole - Baglietto - Vitale)

Solo, como al aclarar esta el lucero,
como el ojo pálido del cielo,
va girando en órbita lunar

Solo, como el primer hombre de la tierra,
como el último lobo de Inglaterra,
como el viejo mas viejo del lugar

Solo, como uno bailando en sus ensueños
como el monstruo que sobrevivió un milenio
y se esconde en una gruta bajo el mar

Solo, como el que tiene la virtud del mago
como el que conduce un pueblo hacia el estrago,
mientras se imagina la felicidad

Solo, como el esclavo solo bajo el yugo,
como la conciencia del verdugo,
como el único beso del traidor

Solo, como un grandioso golpe de la suerte,
como cada uno frente a su propia muerte,
como un angel exterminador

Solo, como un dios que niegan sus criaturas
como el que dio color a la blancura
y pinto los cuerpos y el trigal

Solo, como está en su mundo cada muerto
como la voz que calla en el desierto,
como el que dijo siempre la verdad

Solo, como el que logra ver todo muy claro,
solo como la atenta luz de un faro
o el último minuto del alcohol

Solo, como este mismo instante que se pierde,
como el único que ha visto el rayo verde
cuando se ponía el último sol

Solo, como el que desentraña algun presagio,
como el único vivo del naufragio,
como todo el que pierde la razón

Solo, como el que se alejó sin darse cuenta,
como un ave ciega en la tormenta,
así estoy en el mundo sin tu amor

Solo, como si fuese un animal eterno,
parado en la puerta del infierno,
así estoy en el mundo sin tu amor.

Crato

Al final llegó el día. El día en que definitivamente voy a poner en palabras en este blogcito mío el intento de respuesta más acabada que tengo sobre esta pregunta que me martilla el cerebro en forma exponencial desde hace décadas: existe Dios?

Empezaré por sacarle (o tratar de sacarle) a este concepto de Dios toda reminiscencia religiosa. Para ello, hablaré de Él como si fuera un individuo de una raza extraterrestre. Yeah. Pongámosle que es conocido por ahí como Crato, “El Ser” extraterrestre.

Crato es una forma de existencia muy especial, dotada de una inmensa capacidad para manipular a su antojo los átomos y elementos químicos que existen en el Universo y que, tal vez, quién sabe, Él mismo creó también. Crato no tiene un lugar de residencia estable o determinada, no está “ahí, a la vuelta de la segunda estrella contando desde Regulus”, pacíficamente tomando un líquido celeste con gusto a Molibdeno. Crato Es y Existe donde quiera estar y ser, tiene esa habilidad.

Crato estaba una vez muy aburrido con su capacidad de manipular la materia creando y haciendo explotar estrellas aquí y allí, viendo como los elementos más pesados e inestables se descomponían en elementos más livianos y estables, controlando que las cosas no se fueran de mambo con algunas reacciones jodidas, etc., cuando se repente le agarraron unas ganas locas de hacer algo más interesante todavía.
Para ello, produjo imágenes en su mente de organismos que se autosustentaran, que no requirieran de su constante intervención para que se desarrollaran. Sólo necesitaría construír un par de mecanismos autorreguladores (con sus correspondientes elementos constitutivos) para que estos organismos se manejaran solos. Era un flor de desafío incluso para él. Tenía que ponerse a pensar mucho. Y lo hizo.
Un instante después (es muy grosso el tipo, acordarse), habiendo elegido ya el sector del Universo que más condiciones parecía tener para la pacífica evolución de estos organismos, junto un cacho de rocas y materiales que había por ahí en ese sector galáctico, los hizo una bolita (le salió medio ovalada en realidad, pero no importó mucho) y pensó en ellos.

Pensó en lo interesante que sería generarlos desde sus partes constitutivas más elementales y microscópicas, y que de ahí fueran creciendo, agregándose, complejizándose. Por su aburrimiento, prefirió que este proceso no llevara un instante, como lo podría haber hecho si hubiera querido, sino que cada parte tuviera su propio tiempo, su único camino evolutivo.
Dentro de ese óvalo flotante que había esculpido, colocó estos elementos esenciales, los ató a esos principios e instrucciones necesarios para su desarrollo autónomo y se “sentó” a contemplar.

Fascinado estaba Él, no sin un dejo de satisfacción personal por lo bien que le salen las cosas que crea, contemplando el lentísimo (a su criterio….y al nuestro también) proceso por el cual esos primitivos elementos iban adquiriendo complejidad e interacción entre ellos, cuando cayó en la cuenta que esas cositas que ya reptaban y se alimentaban solas le estaban generando una sensación extraña dentro, un inusual movimiento de sus propias moléculas constitutivas que provocaba una atadura irremediable e inmensamente poderosa hacia esos seres que sólo le inspiraban cuidado, protección, interés. Extrañamente complacido se sentía.

Llegó el momento en el cual esas cositas que reptaban se transformaron en unos seres grandes, numerosos, fuertes y preparados para lo que Él consideró el próximo paso. Claro, estaba todo bien, todo funcionaba solito, y Él sólo miraba. Pero sabía que si no daba ese “próximo paso”, la cosa se podía volver muy aburrida ya, sin un objetivo claro o un fin útil. Las cosas sin un propósito no tienen sentido de ser. Así que lo hizo. Se metió por lo que juró ser la única y última vez en su autónoma creación y manipuló las moléculas de una parte de sus organismos de manera que estos seres comenzaron a tener conciencia de ellos mismos, de que “eran” algo y de que todo los que les rodeaba “estaba” ahí. Estos seres despertaron.

“Ahí está. Listo. No me meto más. Eso que acabo de hacer le otorgará interés, movimiento, cambio, evolución a mi creación. Ahora sí que todo se volverá inesperado, ya no será todo producto de las leyes y principios que le otorgué a la creación entera. Ahora este factor que le llamaré…mmm… “inteligencia” hará que todo se vuelva impredecible, que estos seres ya no esten atados únicamente a los principios físicos y básicos del Universo. Wow. Me gusta”, se dijo a sí mismo.

Orgulloso Él, se puso más cómodo donde estaba “sentado” mirando y comenzó a vislumbrar lo que Él mismo se daría cuenta después, sería el error más grande que se hubiera mandado en toda su Existencia.

Estos seres comenzaron a exterminarse entre ellos, sin razón natural aparente; tuvieron la capacidad de generarse conceptos e ideas nuevas que fueron estructurando sus existencias y que inevitablemente los fueron atando cada vez más a ellos mismos; se volvieron más duros, menos flexibles, menos naturales y más alejados del primer concepto que Crato tuvo de ellos.

Enojado, triste y desesperado, Crato decidió romper con sus propios deseos de autonomía sobre su creación y se presentó a estos seres en diferentes formatos y en diferentes ocasiones, a lo largo de los eones, para darles una nueva ola de instrucciones que pudieran regir ese regalo que les dio el día que les otorgó la conciencia y que se había vuelto tan inestable y que hacía peligrar constantemente todo el equilibrio. Un ajuste de último momento.

Por supuesto que estos seres, alucinados y movilizados por la presencia y apariciones de Crato, escribieron, grabaron y comunicaron esa ola de instrucciones junto con los momentos en los cuales Él se hizo presente. Pero lamentablemente, Crato se dio cuenta que su nueva intervención, desesperada e irresponsable, sólo generó más caos todavía, ya que toda esa información que estos seres grabaron y comunicaron, confundieron todo, estructuraron más todavía sus existencias, les dieron poder y dominación a unos pocos seres sobre otros y ahondaron los ya irreversibles daños que se venían produciendo.

Al final, Crato, muy decepcionado con su propia labor y con la dirección que estos seres le habían dado a su más grande regalo, decidió abandonar todo a su propia suerte y se movió hacia otros sectores del Universo, hacia nuevos desafíos y creaciones, sabiendo que de última, estos seres eran autónomos y no requerían de su presencia para existir….y que cada una de sus intervenciones no hacia más que complicar las cosas.

Crato se fue, y estos seres siguieron viviendo y evolucionando y complejizando todo cada vez más, pero no sin dejar de extrañar y clamar a gritos cada tanto la presencia de Crato, ese Ente que les otorgaba la más íntima y preciada calma en momentos difíciles, que les daba la respuesta a todas sus angustias y desesperanzas.

Pero Crato estaba lejos ya, en otras cosas y había perdido memoria de lo que había hecho con ellos.

Ese óvalo que ahora era azul, lleno de criaturas perdidas y sumidas en el propio caos que ellos generaron, flotaba en la negrura del espacio, una negrura silenciosa y eterna, que clamaba por la energía creadora y motivadora de Crato.


En conclusión: Dios es (o fue) una inteligencia superior a la nuestra, que nos creó, nos regaló las cosas más maravillosas que se nos puedan ocurrir, pero que se cansó, hartó, decepcionó de nuestro accionar y eterno afán de poder y malintención y después de dejar prueba de su existencia en incontables ocasiones, se fue lejos, inalcanzable ya, y nosotros nos quedamos acá, encerrados en este maravilloso planeta, deseando con toda nuestra fuerza que se acuerde de nosotros una vez más y vuelva, ya que de alguna manera, creemos haber aprendido la lección.

Eso sí….hay una pregunta que se desprende/salta/ataca automáticamente en toda esta línea de pensamiento….

Que hay más allá o más arriba o más superior que Crato?

Ja! Esta pregunta se vuelve todavía más peligrosa para la razón, más violenta para la sanidad mental, menos tranquilizadora. Pero bueno, todavía no llegué tan alto che. Paciencia.

Gaia and Medea

Existe una teoría, postulada por James Lovelock hace más de 40 años, que trata la idea de que la Tierra es un organismo viviente per se, un “superorganismo”, o sea que todo lo que forma parte de este planeta es en sí un ser vivo, que reacciona y se desarrolla como lo haría un pez, un humano, una cabra, un ecosistema.

Esta teoría, llamada “teoría de Gaia”, que a prima face puede despertar suspicacias sobre su rigor científico, ha sido en realidad ampliamente aceptada y puesta a prueba en varias oportunidades y ha servido también como base para el entendimiento e investigación de muchos otros aspectos de la ciencia que todavía necesitan resolverse. Lovelock de por sí es un respetado miembro de la comunidad científica.

Ampliando un poco más este concepto de Gaia, se puede decir que la Tierra se ha autoregulado durante su historia a través de mecanismos de retroalimentación muy complejos (como lo podría ser el sistema inmunitario) y así ha podido mantenerse relativamente estable (en homeostasis) permitiendo el desarrollo evolutivo de la vida a lo largo de los billones de años que han transcurrido desde que la Tierra se formó.

Estos mecanismos son el centro de las investigaciones sobre la teoría y en los últimos años han sido confrontados/rivalizados con los postulados de la némesis de Gaia, Medea. Según la mitología, Medea era la esposa de Jason de los Argonautas y asesina de sus propios hijos.
Por lo tanto, mientras Gaia cuida la vida y la mantiene estable y autorregulada, Medea la desequilibra y descuida, dejándola librada a su propia suerte.

Los descubrimientos “medeanos” que han puesto todo esto de Gaia bajo la lupa, refieren a los períodos en que la Tierra ha sufrido tremendos episodios de desequilibrio y destrucción, tales como las superglaciaciones de hace 2. 3 billones de años y la más reciente de 700 millones de años, en que la Tierra se congeló a tal punto de que todo el océano se volvió un sólido bloque de hielo. Estas glaciaciones (más conocidas como la “Tierra bola de nieve” o “Snowball Earth”) sumadas a otros eventos no menos catastróficos, son considerados como causados por la propia vida y las consecuencias de su proliferación y evolución.

Ésta es la base de apoyo de la teoria medeana para postular que la vida aparentemente busca su propia destrucción, moviendo a la Tierra cada vez más cerca del nefasto destino de volverse estéril como lo fue en sus comienzos. La Vida destruyendo a la Vida.

Gaia está muriendo. Larga vida a Medea. Por ahora.

Océanos

Un avión lleno de personas (que vistas desde lejos no son más que pequeños animalejos formados por estructuras carbonadas que respiran pequeñas cantidades de oxígeno y se introducen pequeñas cantidades de materia orgánica cada tanto y a intervalos de tiempo relativamente predecibles) se desmenuza a 11.000 metros de altura y cae en medio de la noche al mar como motas de hollín. El único testigo, la oscuridad del océano y los ocasionales estruendos de los truenos de una fuerte tormenta.

Ese grupo de personas, que caen al mar junto a los restos del avión, congelados, hipóxicos, dormidos algunos, otros aterradamente despiertos, se despiden silenciosamente de sus seres queridos, de sus responsabilidades, de sus cosas. Algunos se miran unos a otros, tratando de buscar en los ojos del hasta ese entonces extraño que ahora es el único nexo con sus propias humanidades desvanecientes, alguna respuesta, una palabra de contención que les de esa tranquilidad tan necesaria.
El océano los espera debajo, como una cama gigantesca que los hará dormir para siempre.

Esos últimos segundos, demasiado efímeros, son todo lo que les queda de unión a esta realidad, a esta vida. Pasan muy rápido, no alcanzan para nada. El ruido insoportable de la caída, de los rugientes motores quemando lo que quede de combustible, del viento silbando violentamente a través del metal rasgado como papel manteca, el ocasional grito, la oración, las palabras de desesperación, son todo lo que queda hasta ese inevitable final.

El silencio llega al fin. El evento sucedió, pasó. El caos pasa dejando lugar a un nuevo equilibrio, el del natural movimiento sinuoso de las olas, de la lluvia cayendo sobre el mar, del silencio ominoso de un océano oscuro y primitivo, que tapa todo, que hunde y esconde en lo profundo de sus aguas los restos de lo que fueron un grupo de seres humanos llenos de defectos y virtudes, esperanzas, deseos, secretos, pasiones, creencias. Vida.

La lluvia golpetea suavemente la superficie de las olas. No hay nada más.

Wolfram Alpha

Hoy 19 de Mayo de 2009 tengo 34 años, 9 meses, 26 días de edad.

...o 1.816 semanas + 6 días...
...o 12.718 días...
...o 34.82 años.

Haber vivido ya 12.718 días me asombra che. Una bocha.

(Datos gentilmente proveídos por Wolfram Alpha. Espero seguir encontrando ahí cosas más interesantes aún...respuestas a preguntas complejas, datos que me rompan la cabeza, más puertas para abrir en mi cabezota...)

Razón vs Sentimientos - Continuación

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La Paciencia: virtud que requiere de un inmenso autocontrol. Así como hablaba dos posts atrás de la lucha eterna-interna entre la razón y los sentimientos, la paciencia forma parte de esa lucha.

El cuerpo calloso del cerebro, esa zona que une los dos hemisferios cerebrales, es el campo de batalla. Ahí cae la artillería pesada de la razón y los sentimientos, con la paciencia sentadita en una silla, tejiendo despreocupadamente en el medio de la batalla, mientras las bombas explotan alrededor de ella.

En un ser con poco o casi nulo autocontrol (mmm…yo tal vez?), la paciencia termina, sillita, lana, agujas y todo, siendo volada por los aires, ya que la artillería de esa antinomia “razón-sentimientos” se hace demasiado fuerte para ella.

Sin embargo, ante determinadas situaciones y en especial cuando la facción de los sentimientos saca a relucir su arma escondida, el enamoramiento, la paciencia es cubierta por un campo de fuerza especial, que la protege y hace que ella siga tejiendo tranquilamente, esperando el momento en el cual dicha lucha cese y ese campo de batalla, inerme y desolado durante la lucha, se transforme gracias a ella en un campo fértil, de árboles añosos, con miríadas de mini ecosistemas de insectos y vida, de pasto verde, frondoso y húmedo.

Ahí habrá ganado, como siempre en mi caso, los sentimientos por sobre todo lo demás, aportando su luz y energía, cubriéndolo todo de magia y esperanza, de belleza y amor.
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Razón vs Sentimientos

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En constante lucha. Una perpetua balacera entre uno y otro. Nadie gana, todos pierden.

La clave está en el medio del campo de batalla. Esa zona neutral donde las balas de cada uno no terminan de alcanzar su objetivo, no se tocan. En ese espacio, una especie de gelatina que amalgama la potencia de los proyectiles que vienen de cada lado.

Parada ahí, esa gelatina toma, absorbe y asimila la fuerza de cada sector y la convierte en un equilibrio magnífico, donde cada lado es escuchado y tomado en cuenta y se produce un resultado equilibrado, equitativo, justo. Ningún lado gana, ningún lado pierde. Uno mismo gana.

Ahí mismo es donde el arte de amar se lleva a cabo. En esa “gelatina amalgamadora”. Cómo y qué pasa ahí, sigue siendo un misterio.

Su resolución va a seguir siendo, para mí al menos, una prioridad de vida.
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Cambiar o no cambiar, esa es la cuestión

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Como cambiar y evolucionar sin sacrificar nuestra más íntima esencia?

El cambio y la evolución son moneda corriente en la naturaleza, algo intrínseco a la biología y a la física que rigen prácticamente todo lo que conocemos. Sin cambio ni evolución, no hay movimiento y por ende, vida.

En términos biológicos, evolucionar significa adquirir herramientas y llevar a cabo mejoras a nuestros cuerpos que nos permitan adaptarnos a nuevos desafíos ambientales y sobrevivir, transmitiendo esas adaptaciones a nuestra descendencia y así perpetuarnos como especie.

Esos cambios se producen a nivel del ADN, molécula reina por antonomasia, expresados desde ahí hacia nuestro cuerpo y así son transmitidos por generaciones. Si llamáramos al ADN la “esencia” de nuestros cuerpos, podríamos decir que la misma sigue virtualmente sin fluctuaciones en cuanto a su estructura y esencia, sigue siendo una molécula espiraloide formada por concatenaciones de bases nitrogenadas y fosforadas, combinando aquí y allá a los aminoácidos adenina, guanina, citosina, timina y uracilo de vez en cuando (pobre y despreciado uracilo!).
La variaciones/cambios/mutaciones que permiten la evolución de la especie y su adaptación a nuevas reglas de juego, son reflejadas en esta molécula, el “manual de instrucciones” del cuerpo.
Por lo tanto, el cuerpo cambia, se adapta, mejora y se vuelve más sabio, sin cambiar en sí su estructura más básica.

Hasta ahí con la naturaleza….la bella, sabia y perfecta naturaleza.

Pero si queremos hablar de cambiar nosotros, de adaptarnos, mejorar, evolucionar, crecer, blablabla, nos encontramos con miles de obstáculos y totalmente perdidos en cuánto al “cómo hacerlo” se refiere. La naturaleza tiene esa “driving force” escondida que de alguna manera le dice hacia dónde ir (muchos hablan de que la naturaleza es ciega y sin propósito aparente, todo lo que acontece en nuestra biosfera y universo es el resultado de pura chance y caos sin sentido. Yo por mi parte creo -y veo- una dirección, un ir hacia algo más perfecto y complejo).
Nosotros, sin embargo, no tenemos ninguna flecha con la cual guiarnos, ningún camino trazado. Vamos por la vida sobreviviendo y viendo cómo y cuándo adaptarnos y crecer, locamente atentos a cuál de todas las “señales de cambio” prestar atención, filtrando lo que nada que ver y enfocando en lo que sí debemos trabajar.

Entre todo ese ruido de información y señales de cambio, estamos en permanente riesgo de cambiar nuestra esencia, nuestra personalidad, eso que habla de quiénes somos como seres humanos y que nos diferencia de otras personas.
Al tomar las señales de cambio que la vida nos presenta y decidir (y aceptar el peso que eso conlleva) ponernos a trabajar sobre esos aspectos de nuestra personalidad que necesitan una pulida, estamos corriendo el riesgo de pulir demasiado y terminar alterando nuestra esencia y transformarnos en otra cosa, en algo que hasta nosotros mismos desconocemos. En otras palabras, no sabemos hasta dónde tenemos que pulir. Nuestro "ADN personal" puede terminar transformándose en un ARN, o en un ATP, en un IVA o en una uva podrida, que se yó.

En fin, como siempre, tenemos que emular a la naturaleza y cambiar, adaptarnos, adquirir nuevas herramientas y sabiduría, sin alterar nuestra esencia más básica, eso que hace que seamos quienes somos. Abrirnos a nuevas experiencias, poner en práctica consejos de gente que ya ha hecho ese cambio y tenga la experiencia para compartírnosla, reconocer que no lo sabemos todo y que nada de lo que ya sabemos es estanco y no requiere de revisión periódica, perder los miedos y enfrentar todo “a lo macho” sabiendo que, por default, el cambio es positivo y nos lleva hacia un nivel más alto de vida.


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Paradojas

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(Sacada durante mi último viaje a Córdoba...sobre la ruta 9 en Marcos Juárez, mientras esperaba que cambiara el fucking semáforo y el sol me horadaba la piel del brazo izquierdo).

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