El Canto del Mar (de Khalil Gibrán)

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La sólida playa es mi amada y yo su amante.
Nos une el amor, pero la luna me aparta celosa de ella.

Me acerco presuroso y me resisto a alejarme, despidiéndome con un pequeño y tenaz adiós.

Me revelo con rapidez tras el horizonte azul, derramando mi espuma de plata sobre sus arenas de oro
Transformándonos en una fulgurante amalgama.

Aplaco su sed y sumerjo su corazón; Ella suaviza mi voz y atempera mi ánimo.
Al alba susurro reglas del amor en sus oídos, y ella me abraza con ternura.

Al atardecer entono la melodía de la Esperanza, y luego cubro su rostro de suaves besos;
Soy temible y veloz, mas ella es calma, paciente y reflexiva; en su vasto seno se aplaca mi impaciencia.
A cada reflujo de la marea nos acariciamos, a cada flujo me hinco a sus pies en oración.

Muchas veces he danzado en torno a las sirenas que surgían de las profundidades
y se recostaban sobre las crestas de mis olas a contemplar las estrellas;

Muchas veces he escuchado a los enamorados renegar de su pequeñez, y los he ayudado a suspirar.

Muchas veces he herido a las grandes rocas
Y las he calmado con una sonrisa, pero nunca me prodigaron sus risas;

Muchas veces he salvado almas que se ahogaban y llevado tiernamente hasta mi amada Playa.
Ella le insufla fuerzas así como agota las mías.

Muchas veces he robado gemas de las Profundidades para ofrecerlas a mi amada Playa.
Ella las toma en silencio, y yo soy feliz pues siempre sale a recibirme.

En la noche informe, cuando todas las Criaturas persiguen el espectro del Sueño,
yo me incorporo, canto un momento y suspiro después. Siempre estoy despierto.

¡Ay! ¡La vigilia ha sorbido mis fuerzas!
Pero soy un enamorado, y es fuerte la Verdad del amor.
Puedo fatigarme, mas nunca moriré
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Hierbas (de Khalil Gibrán)

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Dijo una mata de hierba a una hoja de otoño:

- ¡Al caer haces tanto ruido, que espantas a todos mis sueños invernales!

-Ser de baja cuna y de miserable morada -dijo la hoja, indignada-, ser malhumorado y sin canto: ¡tú no vives en la región alta del aire, y desconoces el sonido del canto!

Luego, la hoja de otoño cayó sobre la tierra, y se durmió. Y al llegar la primavera, la hoja despertó nuevamente, y se convirtió en una mata de hierba.

Y cuando el otoño llegó, y la mata de hierba comenzó a adormecerse con el sueño invernal, las hojas del otoño, meciéndose en el viento, iban cayendo sobre ella. Entonces se dijo, enojada:

- "¡Ah, estas hojas de otoño! ¡Cuánto ruido hacen! ¡Espantan a todos mis sueños invernales!"
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Para Uds., niñas...

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Leyendo una alucinante revista científica (de esas que me gustan a mí y torran a otros, por cierto muy difícil de conseguir en este país lleno de revistas con culos y tetas), enteramente dedicada a tratar y discutir el tema del tiempo y los orígenes y el fin – o no - del universo, me cruzo con el tema del envejecimiento de los materiales y, por ende, de todo lo que conocemos como “materia”. Wow, a mi juego me llamaron!!

Partamos de la base que todos los elementos de la naturaleza, intrincadamente relacionados con la Segunda Ley de la Termodinámica o Ley de Entropía, envejecen.

El envejecer significa, para los elementos atómicos, convertir sus partículas en energía de radiación. A algunos elementos este proceso les lleva un instante, a algunos una eternidad.
Dicha conversión significa alcanzar un estado de equilibrio que las pondría en las mismas condiciones de equilibrio y perfección que tenían esas partículas antes de su nacimiento en el big-bang o en la singularidad que tuvo como punto de partida – se cree - nuestro universo observable.

Ya que nosotros formamos parte de ese universo y, por lo tanto, estamos compuestos de esos mismos elementos atómicos y de esas mismas partículas, se puede decir que:


El envejecimiento es siempre un viaje hacia el equilibrio perdido en el mismo instante de nuestro nacimiento.


Chicas: a decir sus edades reales que con este argumento positivo a favor de la vejez que les doy, van a dejar a más de uno boquiabierto.
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Sabio (de Khalil Gibrán)

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A la sombra del templo mi amigo y yo vimos a un ciego, sentado allí, solitario.

-Mira -dijo mi amigo-: ese es el hombre más sabio de nuestra tierra.

Me separé de mi amigo y me acerqué al ciego. Lo saludé. Y conversamos.

Poco después le dije:

-Perdona mi pregunta: ¿desde cuándo eres ciego?

-Desde que nací -fue su respuesta.

-¿Y qué sendero de sabiduría sigues? -le dije entonces.

-Soy astrónomo -me contestó el ciego. –

Luego, se llevó la mano al pecho, y dijo:

-Sí; observo todos estos soles, y estas lunas, y estas estrellas.
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Hormiguitas (de Khalil Gibrán)

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Tres hormigas se encontraron en la nariz de un hombre que estaba tendido, durmiendo al sol. Y después de saludarse cada hormiga a la manera y usanza de su propia tribu, se detuvieron allí, a conversar.

-Estas colinas y estas llanuras -dijo la primera hormiga- son las más áridas que he visto en mi vida; he buscado todo el día algún grano, y no he encontrado nada.

-Yo tampoco he encontrado nada -comentó la segunda hormiga- aunque he visitado todos los escondrijos. Esta es, supongo, la que llama mi gente la blanda tierra móvil donde no crece nada.

-Amigas mías -dijo la tercera hormiga, alzando la cabeza-, estamos paradas ahora en la nariz de la Suprema Hormiga, la poderosa e infinita Hormiga, cuyo cuerpo es tan grande que no podemos verlo, cuya sombra es tan vasta que no podemos abarcar, cuya voz es tan potente que no podemos oírla; y esta Hormiga es omnipresente.

Al terminar la tercera hormiga de decir esto, las otras dos se miraron, y rieron.

En ese momento el hombre se movió, y en su sueño alzó la mano para rascarse la nariz, y aplastó a las tres hormigas.
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Loco (de Khalil Gibrán)

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Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría.
Había también un el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.

Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:

-Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco.

A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.

Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:

-El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo.

Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.

Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.
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Sombras (de Khalil Gibrán)

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Al amanecer, una zorra miró su sombra, y se dijo:
-Hoy almorzaré un camello.-

Y pasó toda la mañana buscando camellos.

Pero al mediodía volvió a mirar su sombra, y se dijo:
-Bueno... me conformaré con un ratón.
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Piel de Gallina (de Khalil Gibrán)

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Cuando nació mi Tristeza, le prodigué mil cuidados, y la vigilé con amorosa ternura.

Y mi Tristeza creció como todos los seres vivientes, fuerte y hermosa y llena de maravillosas gracias.

Mi tristeza y yo nos amábamos, y amábamos al mundo que nos rodeaba. Pues mi Tristeza era de corazón bondadoso, y el mío también era amable cuando estaba lleno de Tristeza.

Y cuando hablábamos, mi Tristeza y yo, nuestros días eran alados y nuestras noches estaban engalanadas de sueños; porque mi Tristeza era elocuente, y mi lengua también era elocuente con la Tristeza.

Y cuando mi Tristeza y yo cantábamos juntos, nuestros vecinos sentábanse a la ventana a escucharnos; pues nuestros cantos eran profundos como el mar, y nuestras melodías estaban impregnadas de extraños recuerdos.

Y cuando caminábamos juntos, mi tristeza y yo, la gente nos miraba con amables ojos, y cuchicheaba con extremada dulzura. Y también había quien nos envidiara, pues mi Tristeza era un ser noble, y yo me sentía orgulloso de mi Tristeza.

Pero murió mi Tristeza, como todo ser viviente, y me quedé solo, con mis reflexiones.Y ahora, cuando hablo, mis palabras suenan pesadas en mis oídos.Y cuando canto, mis vecinos ya no escuchan mis canciones.

Y cuando camino solo por la calle, ya nadie me mira. Sólo en sueños oigo voces que dicen compadecidas: "Mirad: allí yace el hombre al que se le murió su Tristeza".

Y CUANDO NACIÓ MI ALEGRÍA...

Y cuando nació mi Alegría, la alcé en brazos y subí con ella a la azotea de mi casa, a gritar:- ¡Venid, vecinos! ¡Venid a ver! Porque hoy ha nacido mi Alegría: venid a contemplar este ser placentero que ríe bajo el sol.

Pero qué grande mi sorpresa porque ningún vecino mío acudió a contemplar mi Alegría.Y todos los días, durante siete lunas, proclamé el advenimiento de mi Alegría desde la azotea de mi casa, pero nadie quiso escucharme.

Y mi Alegría y yo estábamos solos, sin nadie que fuera a visitarnos.

Luego, mi Alegría palideció y enfermó de hastío, pues sólo yo gozaba de su hermosura, y sólo mis labios besaban sus labios.

Luego, mi Alegría murió, de soledad y aislamiento. Y ahora sólo recuerdo a mi muerta Alegría al recordar a mi muerta Tristeza.

Pero el recuerdo es una hoja de otoño que susurra un instante en el viento, y luego no vuelve a oírse más.
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Sentidos (de Khalil Gibrán)

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Un día dijo el Ojo:
-Más allá de estos valles veo una montaña envuelta en azul velo de niebla. ¿No es hermosa?

El Oído oyó esto, y tras escuchar atentamente otro rato, dijo:
-Pero; ¿dónde está esa montaña? No la oigo...

Luego, la Mano habló, y dijo:
-En vano trato de sentirla o tocarla; no encuentro ninguna montaña.

Y la Nariz dijo:
-No hay ninguna montaña por aquí; no la huelo.

Luego, el Ojo se volvió hacia el otro lado, y los demás sentidos empezaron a murmurar de la extraña alucinación del Ojo.

Y decían entre sí: " ¡Algo debe de andar mal en el Ojo!"
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Dios y yo (de Khalil Gibrán)

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En los días de mi más remota antigüedad, cuando el temblor primero del habla llegó a mis labios, subí a la montaña santa y hablé a Dios, diciéndole:

-Amo, soy tu esclavo. Tu oculta voluntad es mi ley, y te obedeceré por siempre jamás.

Pero Dios no me contestó, y pasó de largo como una potente borrasca.
Y mil años después volví a subir a la montaña santa, y volví a hablar a Dios, diciéndole:

-Creador mío, soy tu criatura. Me hiciste de barro, y te debo todo cuanto soy.

Y Dios no contestó; pasó de largo como mil alas en presuroso vuelo.
Y mil años después volví a escalar la montaña santa, y hablé a Dios nuevamente, diciéndole:

-Padre, soy tu hijo. Tu piedad y tu amor me dieron vida, y mediante el amor y la adoración a ti heredaré tu Reino.

Pero Dios no me contestó; pasó de largo como la niebla que tiende un velo sobre las distantes montañas.
Y mil años después volví a escalar la sagrada montaña, y volví a invocar a Dios, diciéndole:

-¡Dios mío!, mi supremo anhelo y mi plenitud, soy tu ayer y eres mi mañana. Soy tu raíz en la tierra y tú eres mi flor en el cielo; junto creceremos ante la faz del sol.

Y Dios se inclinó hacia mí, y me susurró al oído dulces palabras. Y como el mar, que abraza al arroyo que corre hasta él, Dios me abrazó.

Y cuando bajé a las planicies y a los valles, vi que Dios también estaba allí.
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Impasse - Cambio de Onda

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Para cambiarle un poco la onda a este blog que ya se está volviendo un poco monotemático y aburrido...

Cacho, un tipo realmente pintón, entre a un bar temático a eso de las 22 hs. Se sienta junto a una rubia en la barra y se queda viendo la tele que tenían ahí.

El noticiero de las diez de la noche estaba comenzando. El equipo de noticias estaba cubriendo una nota sobre un tipete parado en el borde de una cornisa, a punto de saltar.

La rubia mira a Cacho y le pregunta:
“Ud. cree que va a saltar?”

Y Cacho le responde:
“Sabe, me parece que sí. El tipo salta”

La rubia le responde:
“Bueno, le apuesto $100 a que no salta”

Cacho puso un billete de $100 sobre la barra y le dice:
“Ok! Le acepto la apuesta!”

Justo cuando la rubia pone sus 100 sobre la barra, el tipo de la cornisa hace un movimiento y se manda un clavado hacia el vacío, haciéndose torta contra el suelo.

La rubia estaba muy molesta, pero voluntariamente le entrega los 100 a Cacho, diciendo:
“Lo justo es justo. Aquí tiene su dinero”

Entonces Cacho le dice:
“No puedo tomar su dinero. En realidad había visto ya esta noticia en el noticiero de las 17, así que ya sabía que saltaba”

Y la rubia le respondió:
“Yo también lo había visto, sólo que no creí que lo haría de nuevo”.

Y Cacho aceptó el dinero.
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Irresistible - 1 día a-ctg

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La tentación de echarme atrás es semejante a:

- la cantidad de átomos contenidos en
- todas las moléculas que forman
- todas las estrellas de
- todas las galaxias de
- todo el universo.

Bien, si en el fondo lo que quiero hacer con esto es testear mi capacidad de mantener o no una decisión tomada, está cantado que elegí la PEOR situación para hacerlo.

Podría haberlo hecho con un

"Me como o no me como ese alfajor?"
"Rompo o no rompo esa ramita?"
"Subo ese peldaño o no lo subo?"

...y un bunch de otras dificilisisímas decisiones que se me ocurren en este momento. Seguro que esas pruebas hubieran sido más fáciles de llevar a cabo!

Y les aseguro que siempre, pero siempre, me termino comiendo el alfajor...
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